La ruta es bien sencilla y prácticamente llana. Discurre en gran parte por pistas de tierra donde se alcanza gran velocidad sin apenas esfuerzo.
Lo cierto es que cuando nos quisimos dar cuenta estábamos en Griñón, el viento de cola nos hacía volar. Lástima que ese mismo viento penalizara tanto el regreso a Fuenlabrada, la más mínima cuesta se convertía en un pequeño infierno.
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